Mañana vienen mis padres de visita a casa. Lo que para ellos es una visita turística a la ciudad en la que vivo actualmente, se convierte para mí en una suerte de inspección general de la policía, a fin de verificar que se cumplen las condiciones mínimas de salubridad en mi vivienda. Los parámetros a evaluar serán la limpieza bajo los muebles, las bombillas fundidas sin cambiar, las cosas por medio, las fechas de caducidad de los alimentos, el porcentaje de llenado de la nevera, el nivel de huecos de las botellas de alcohol y la densidad de hormigas por baldosa. El tendedero portátil estará recogido convenientemente, las fotos de los niños, guardadas para resolver preguntas indiscretas. Y el papel higiénico, en su sitio teórico, en el portarrollos, y no en su sitio práctico, encima del bidé. Los periódicos y libros junto al WC, en el bidé-mesilla, deberán ser recogidos. Aún no tengo el suficiente aplomo ni la entereza necesaria para decirles que mi ideal de casa pasa por tener una librería en el aseo, aunque lleve cerca de 15 años pensando en este asunto. Estoy deseando que llegue el domingo. Mi casa no es especialmente sucia, pero cualquier madre encuentra motas de polvo en una patena (pongo link por si me lee algún alto cargo político). Y yo les voy a ayudar dejando todo desordenado. Así se sentirán más realizados. No soy un mala hija, después de todo...
